¿El fútbol sin arcos?
Un asunto que ha pasado desapercibido en el mundial de Sudáfrica 2010 es el de la cantidad de goles. Fueron anotados varios de buena factura, como el del holandés Van Bronckhorst en la semifinal ante Uruguay; o el del argentino Tévez en octavos ante México. Incluso Fo´rlán tiene como tres tantos en esa escala. Pero los goles fueron pocos.
En total, se anotaron 145 goles, que a primera vista parece bastante. Pero repartidos entre los 64 partidos disputados, se obtuvo un promedio de 2,26 por juego, el más bajo de la historia desde Italia ‘90.
Recién en el final de la segunda fecha, el promedio de goles supero los dos por partido, justo cuando Portugal aplastó a Corea del Norte (7-0). Las dos primeras jornadas, vale decir la primera mitad de los partidos, marcaban que apenas se superaba un gol por encuentro.
La explicación más simple es que, en el debut, los equipos prefieren “estudiarse” cuales boxeadores que salen al ring en los primeros asaltos. Prefieren ser más cautelosos para no darle ventajas al rival. En un contexto en el que parece privilegiarse el cero en la valla propia, esto es normal. Esa fue la tendencia de varias selecciones, como Uruguay en su estreno ante una Francia menos poderosa de lo que se pensó; Japón que le hizo un gol a Camerún y luego supo aguantarlo; Paraguay que gustaba jugar de contragolpe, etc.
A algunos equipos les dio resultado. Pero eso conspiraba con la cantidad de goles en el torneo, que se iba tornando dramáticamente baja hasta la goleada de Portugal a los norcoreanos. No obstante, estas estrategias de inicio de torneo influyeron en el bajo promedio del torneo.
Sin embargo, muchos no pudieron gozar mucho de esa estrategia ultradefensiva. Quizás la selección de Japón si pudo superarlo, pues con dos tiros libres de Heisuke Honda definió la clasificación de su país a octavos ante Dinamarca. Por el contrario, Suiza fue víctima de su propio remedio: ante España (futura campeona) le funcionó bien, pues anotó un gol y luego aguantó con precisión a la “furia” hasta el final. Ante Chile falló, pues sufrió una expulsión y un gol en contra, y mostró serias limitaciones en su ataque cuando quiso empatarlo, las mismas que se evidenciaron cuando tenía que buscar la victoria ante Honduras para no quedar eliminado en primera fase, que fue lo que sucedió al final con los limitados helvéticos.
Luego, los goles comenzaron a llegar, pero ya muy tarde, cuando se habían disputado el 75 por ciento de los cotejos. La gran excepción fue Alemania, que marcó 16 goles en sus siete partidos, un ejemplo de contundencia y también de buen fútbol. Lo curioso es que España, la selección ganadora de la Copa del Mundo, fue el equipo campeón que anotó menos goles en la historia: apenas ocho.
Otro detalle es que la tendencia del promedio de gol va descendiendo. Desde que se aumentara la puntuación al ganador de dos a tres puntos en Estados Unidos ‘94, los goles parecían aumentar. En efecto, en este mundial se anotaron 143 en 52 partidos, con 2,75 por encuentro, bastante alto en comparación a Italia ‘90, con 2,21, e incluso al de México ‘86, con 2,55.
Francia ‘98 registró 170 en 64, una media de 2,65; Corea-Japón 2002, 161 goles, con promedio de 2,51. Alemania 2006 mostró la segunda más baja: 2,29, producto de 147 goles en 64 encuentros. Y Sudáfrica 2010 muestra el declive mencionado anteriormente.
Los goles son parte del espectáculo, y la FIFA lo sabe muy bien. Por eso introdujo cambios entre 1990 y 1994 para que aumenten. En un comienzo fueron dando resultado. Pero parece que ahora tendrá que pensar en otras modificaciones si no quiere que la Copa del Mundo termine siendo un festival de partidos sin arcos.
Un asunto que ha pasado desapercibido en el mundial de Sudáfrica 2010 es el de la cantidad de goles. Fueron anotados varios de buena factura, como el del holandés Van Bronckhorst en la semifinal ante Uruguay; o el del argentino Tévez en octavos ante México. Incluso Fo´rlán tiene como tres tantos en esa escala. Pero los goles fueron pocos.
En total, se anotaron 145 goles, que a primera vista parece bastante. Pero repartidos entre los 64 partidos disputados, se obtuvo un promedio de 2,26 por juego, el más bajo de la historia desde Italia ‘90.
Recién en el final de la segunda fecha, el promedio de goles supero los dos por partido, justo cuando Portugal aplastó a Corea del Norte (7-0). Las dos primeras jornadas, vale decir la primera mitad de los partidos, marcaban que apenas se superaba un gol por encuentro.
La explicación más simple es que, en el debut, los equipos prefieren “estudiarse” cuales boxeadores que salen al ring en los primeros asaltos. Prefieren ser más cautelosos para no darle ventajas al rival. En un contexto en el que parece privilegiarse el cero en la valla propia, esto es normal. Esa fue la tendencia de varias selecciones, como Uruguay en su estreno ante una Francia menos poderosa de lo que se pensó; Japón que le hizo un gol a Camerún y luego supo aguantarlo; Paraguay que gustaba jugar de contragolpe, etc.
A algunos equipos les dio resultado. Pero eso conspiraba con la cantidad de goles en el torneo, que se iba tornando dramáticamente baja hasta la goleada de Portugal a los norcoreanos. No obstante, estas estrategias de inicio de torneo influyeron en el bajo promedio del torneo.
Sin embargo, muchos no pudieron gozar mucho de esa estrategia ultradefensiva. Quizás la selección de Japón si pudo superarlo, pues con dos tiros libres de Heisuke Honda definió la clasificación de su país a octavos ante Dinamarca. Por el contrario, Suiza fue víctima de su propio remedio: ante España (futura campeona) le funcionó bien, pues anotó un gol y luego aguantó con precisión a la “furia” hasta el final. Ante Chile falló, pues sufrió una expulsión y un gol en contra, y mostró serias limitaciones en su ataque cuando quiso empatarlo, las mismas que se evidenciaron cuando tenía que buscar la victoria ante Honduras para no quedar eliminado en primera fase, que fue lo que sucedió al final con los limitados helvéticos.
Luego, los goles comenzaron a llegar, pero ya muy tarde, cuando se habían disputado el 75 por ciento de los cotejos. La gran excepción fue Alemania, que marcó 16 goles en sus siete partidos, un ejemplo de contundencia y también de buen fútbol. Lo curioso es que España, la selección ganadora de la Copa del Mundo, fue el equipo campeón que anotó menos goles en la historia: apenas ocho.
Otro detalle es que la tendencia del promedio de gol va descendiendo. Desde que se aumentara la puntuación al ganador de dos a tres puntos en Estados Unidos ‘94, los goles parecían aumentar. En efecto, en este mundial se anotaron 143 en 52 partidos, con 2,75 por encuentro, bastante alto en comparación a Italia ‘90, con 2,21, e incluso al de México ‘86, con 2,55.
Francia ‘98 registró 170 en 64, una media de 2,65; Corea-Japón 2002, 161 goles, con promedio de 2,51. Alemania 2006 mostró la segunda más baja: 2,29, producto de 147 goles en 64 encuentros. Y Sudáfrica 2010 muestra el declive mencionado anteriormente.
Los goles son parte del espectáculo, y la FIFA lo sabe muy bien. Por eso introdujo cambios entre 1990 y 1994 para que aumenten. En un comienzo fueron dando resultado. Pero parece que ahora tendrá que pensar en otras modificaciones si no quiere que la Copa del Mundo termine siendo un festival de partidos sin arcos.
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