jueves, 29 de julio de 2010

Ecos del mundial (II): Las vuvuzelas

Ayer espectábamos un partido por las semifinales de la Copa Libertadores, en el que se enfrentaban dos cuadros brasileros: Internacional de Porto Alegre y San Pablo FC. Más allá del resultado, me pareció una vuelta a la normalidad seguir el partido y escuchar los cánticos de las hinchadas de ambos equipos, después de 17 días de concluido el mundial.

Es que el sonido de las denominadas "vuvzelas", cornetas que son comúnmente usadas en Sudáfrica durante los partidos de fútbol, fue una de las características de la última Copa del Mundo. Estas sonaban desde antes que se inicie los partidos mundialistas, y no paraban de ser sopladas por los aficionados en el estadio incluso después de la finalización del cotejo.

En Sudáfrica no fue común el ambiente que en América Latina o Europa vemos cuando se juega al fútbol en un estadio: los cantos de las barras, las voces de emoción cuando un delantero falla un gol o en momentos en que un portero hace una atajada espectacular, el estruendo del grito de ¡gol! cuando uno de los equipos convierte, la silbatina al equipo visitante cuando éste tiene la pelota, las rechiflas cuando el equipo local no rinde como se espera, etc. Todo eso quedaba reducido a su mínima expresión con el ensordecedor sonido de las vuvuzelas, que opacaban cualquier otro eco. Y no paraban de sonar durante todo el partido.

Muchos futbolistas se quejaban de este sonido imparable, y aducían que no les permitía concentrarse. Dicen las malas lenguas que el defensor argentino Martín Demichelis falló en el único gol que marcó Corea del Sur contra Argentina (ésta le hizo cuatro en aquel partido de primera fase) porque no escuchó a sus compañeros que le avisaban que un delantero coreano venía por detrás de él. Varios técnicos decían que no podían dar indicaciones debido a las ensordecedoras cornetas.

Pese a esta característica incómoda, luego tanto técnicos, futbolistas como aficionados se fueron acostumbrando a las vuvuzelas. Y quedó como el sonido característico del Campeonato del Mundo, como nunca antes ocurrió.

La única vez que las vuvuzelas dejaron de sonar fue cuando el uruguayo Diego Forlán anotó de penal el segundo tanto de su selección ante el combinado local, cuando faltaban diez minutos para que finalice el encuentro. Fue entonces que miles de aficionados, cada uno con su respectiva vuvuzela, comenzaron a abandonar las graderías del estadio como signo de desaprobación a la mala actuación de los "Bafana Bafana". Entonces sólo se escuchó el sonido tradicional que existe en un estadio de fútbol. Y acaso por única vez en toda la Copa.

En la final entre España y Holanda, hubo momentos en que las vuvuzelas comenzaron a sonar más fuerte que nunca, como si se estuvieran despidiendo. Y así fue.

Se acabó el mundial, y se acabaron las vuvuzelas. Muchos nos acostumbramos a su sonido. Fueron como ese amigo al que uno al principio le cae antipático, pero que después le va tomando cariño; y cuando tiene que partir, a uno le causa pena. Cuando pasen los años y se recuerde Sudáfrica 2010, rememoraremos las vuvuzelas. Se les va extrañar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario