Aunque no haya podido pasar la barrera de las semifinales ante la eficiente Holanda, selección que tiene una tercera oportunidad para ser campeona del mundo por vez primera, Uruguay ha demostrado de lejos ser el equipo más digno, con más amor a su camiseta, dejando todo en la cancha, tanto en la victoria como en la derrota.
En medio de problemas dirigenciales en los últimos años, y consiguiendo una clasificación angustiosa al Campeonato del Mundo, Uruguay realizó una de sus mejores campañas de las últimas cuatro décadas. La última fue en México 1970, cuando quedaron en cuarto lugar; esta de Sudáfrica 2010 puede superarla si el sábado vencen al perdedor de la otra semifinal entre España y Alemania.
Esta participación uruguaya es una verdadera sorpresa, lo que convierte a la selección celeste, otrora multicampeona en la primera mitad del siglo XX, en la revelación de este torneo. Y se ha colocado otra vez en la vitrina del fútbol mundial.
Sin embargo, antes del inicio de la Copa, ni el más fanático hincha “charrúa” pensaba en que su seleccionado llegaría tan lejos. Como relató el “maestro” Óscar Tabárez en una conferencia de prensa anterior al partido con Holanda, muchos le dieron el pésame por haber quedado ubicados en el “grupo de la muerte”, junto a Francia, llamada a ser candidata al título (que fracasó estrepitosamente), México (un rival que en los últimos años ha progresado y le ha dado muchos problemas), y Sudáfrica, el anfitrión.
Uruguay llegó al torneo con humildad, sin muchas poses y pese a no tener cartel de candidato, desde el inicio demostró que estaba hecho para llegar lejos. Sacó un buen empate ante Francia en el debut, para luego golear al cuadro local, en gran actuación de su goleador Diego Forlán (una de las figuras del campeonato) y derrotar a un difícil México. Tras cuatro campañas mundialistas para el olvido (‘74, ‘86, ‘90 y 2002), la Celeste ganaba con autoridad su serie, algo que no lograba hace 56 años.
Superó a Corea del Sur en octavos de final, con gran desempaño de Luis Suárez, y después superó a Ghana por penales en el milagroso empate donde el mismo Suárez evitó la derrota, con una mano en su arco, inmolándose con su expulsión.
Ante Holanda, Uruguay jugó de igual a igual pese a la evidente superioridad técnica de su rival, con grandes estrellas como Arjen Robben y Wesley Sneijder. Sin embargo, la escuadra “naranja” aprovechó distracciones defensivas de los sudamericanos para definir el juego. Parecía terminado, pero el golazo de Maxi Pereira le dio emoción, y el lance culminó con la imagen de una selección celeste que se resistía a morir, y que buscó el empate hasta el final.
La selección uruguaya, pese a sus limitaciones, mostró un equipo para rescatar, con la seguridad de Muslera bajo los tres palos, la eficiencia de Lugano y Pérez al momento de marcar, la fuerza de Álvaro Pereira en la volante, y el talento y olfato goleador de Forlán y Suárez. Y no podemos dejar de nombrar al arquitecto de esta campaña, Óscar Washington Tabárez, quien diseñó con lo que tenía un gran equipo, sin grandes figuras, pero con mucho temple y amor a la camiseta.
Ahora Uruguay debe buscar el tercer lugar. Pero aunque pierda y quede cuarto, sus compatriotas pueden estar satisfechos por la reaparición de la “garra charrúa” en Copas del Mundo. Y quienes admiramos el rico historial del fútbol uruguayo, ese de los títulos olímpicos y mundiales de los primeros 50 años del siglo pasado, ese mismo de Peñarol y Nacional que sonaban fuerte en el continente y en el mundo, también lo estamos. Que esta gran actuación de la Celeste no quede allí, sino que sirva para que el fútbol de Uruguay se reorganice y recupere ese sitial que nunca debió dejar.
Foto: AFP
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