lunes, 12 de julio de 2010

La eterna candidata por fin gritó campeón


Durante las últimas cuatro o cinco ediciones del Campeonato del Mundo, la selección española siempre partía como una de las favoritas para conseguir el título. Sin embargo, a la hora de la verdad, la “Furia Roja” decepcionaba, y quedaba como la constante promesa del fútbol.

Así parecía ocurrir en este decimonoveno Mundial, cuando España cayó por primera vez en su historia ante Suiza, por la mínima diferencia. Parecía el mismo cassette de toda la vida. Sin embargo, luego de ese debut con derrota, la selección ibérica comenzó a edificar su camino hacia su máximo logro futbolístico.

España llegó como favorita, no ya por arrasar en la eliminatoria europea (como lo viene haciendo en los últimos años), sino porque ganó con autoridad la última Eurocopa del 2008, realizada en Austria y Suiza. Y además contaba en su seleccionado con acaso la mejor generación de futbolistas de su historia, con mucho talento y un gran juego.

Ese mismo gran juego obviamente no apareció ante Suiza. La derrota ante los helvéticos obligaba a reponerse ante Honduras. Sin brillantez y aún sin eficacia ante el arco rival, derrotaron a Honduras con dos goles, perdonando un penal. Después, España aseguró la clasificación al imponerse a Chile por dos a uno. En ambos juegos, se hizo presente “la furia” más que el talento.

A medida que iba pasando la Copa, la selección de España mejoraba su juego. En las victorias ante Portugal y Paraguay, se hizo presente el oportunismo de David Villa, su goleador en el torneo. España llegaba a estar entre los cuatro mejores después de 60 años. Pero para este equipo no era suficiente.

En la semifinal fue que apareció su mejor fútbol, ese que todos esperaban desde el primer partido. Alemania sólo vio correr la pelota. El toque de balón de Iniesta, Xabi, Busquets, Pedro y compañía estuvo de vuelta. Y el gol fue hecho con “furia”: el gran salto de Carles Puyol para lograr el triunfo por uno a cero, resultado corto que fue producto de la buena estructura defensiva de los alemanes.

La gran final tuvo a la selección española como dominador, aunque Holanda casi lo gana con Robben en el primer tiempo. Este desperdició una gran ocasión ante Casillas, quien le ganó en el mano a mano. Luego, España se fue asentando ante un cuadro naranja que esta vez se dedicó más a pegar. Aún así, se fueron al tiempo extra, donde los tulipanes se quedaron con uno menos. Y faltando cuatro minutos para el final, el “cerebro” Iniesta hizo estallar de júbilo a un país entero, que podrá preciarse de ser el único europeo que ganó un mundial fuera del viejo continente.

España es un justo campeón. Demostró ser más que sus rivales. Comenzó mal, pero se fue recuperando, y como bien dijo su técnico Vicente del Bosque, no es que el juego bonito haya desparecido el mito de “la furia”, sino que ambos se complementaron bien. Desde Casillas hasta David Villa, el equipo se acomodó y terminó funcionando bien.

Los aplausos no sólo deben ser para España. Tenemos también a Alemania, que con el equipo más joven que haya tenido en 72 años, llegó al tercer lugar con buen fútbol, al que le sumó su clásica contundencia ofensiva. Además, palmas también para Uruguay, al que muchos miraban por encima del hombro, pero con humildad y trabajo, llegó más lejos que otras potencias que entraron soberbias y terminaron humilladas, como Argentina, Brasil, Inglaterra, Italia y Francia. Una mención para su máxima figura, Diego Forlán, elegido mejor futbolista del torneo.

Pese a quedarse por tercera vez a las puertas del título, Holanda también merece una distinción especial. En todos los partidos mostró una gran paciencia para superar a sus rivales, aunque en el último no estuvo al nivel esperado. También la merecen otras selecciones que hicieron historia, como Chile y Paraguay, por América Latina; Ghana, de lejos el mejor conjunto africano; Japón y Corea del Sur, que van mostrando sus progresos y podrán tener más protagonismo en el futuro del que han mostrado en este mundial.

Este mundial parecía ser una Copa América, pero terminó siendo una Eurocopa. Y por coincidencia, lo ganó la actual monarca del viejo Continente: la selección española, que confirma que ya no es la promesa eterna. Ahora es la principal potencia del fútbol mundial.

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